Este año sumergida en el agua aprendí a salir a respirar. Uno de los años más difíciles y más felices de mi vida. Dios sabe lo que lloré tirada en el piso y sabe la gran felicidad que también invadió mis días. Sí, un año altamente bipolar. En mi alma siento una paleta de colores intensos que invaden 365 días de luces y sombras.
¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas el celular? ¿Por qué no fuiste a mi cumpleaños? Andas bien sangroncita. Fueron informaciones que entraron y como lo hicieron salieron porque no necesitaba escucharlas y porque por primera vez mi ego no necesitaba dar explicaciones.
Sólo quien estuvo cerca de mí, que esta vez necesité más que vinieran a mí que ir a la gente, sabe perfectamente que mi ausencia se debía a que traté de compartir mi dolor lo menos posible. Hay silencios que merecen mil palabras y sin embargo se quedan en el mundo alterno que creé y donde yo sola vivía… un lugar que visité cuando el dolor superaba todo. La clave para llegar ahí era una fuerte migraña, un dolor de espalda irrespetable o el cuerpo temblándome de pánico. Ahí me iba… el lugar era blanco con azul y rosa pastel y no había ruido como en la película de Gravity. Ahí imaginaba como sábanas volando y me distraía su movimiento lento y me hacía sentir lo que todo ser humano merece tener: esperanza.
Mi alma ya no estaba sujetada de la mano de Carlos o ya no sabía si Olguita mi prima seguía masajeándome los pies con aceitito. Ya no se sentía nada… ese lugar sólo tenía cabida para quien quisiera inventarlo cuando la realidad sobrepasaba lo que mis fuerzas podían resistir.
Ahí me salían todas las palabras que mi cuerpo, tras el dolor, no podían decir. No miento cuando digo que no podía mover mi boca porque implicaba hacer ejercicio con el estómago y que la cabeza retumbara más. «Llévenme al hospital» «Pásenme la jeringa para inyectarme» «Muévanme la almohada» «Vayan por el costalito caliente para la espalda o pónganme un parche de esos que calientan». Esas fueron palabras que a veces no pude pronunciar pero que mis amigos en toda la extensión de la palabra y mi novio, adivinaron.
Pero siempre obtuve calma después de días oscuros. La vida era hermosa de todas maneras. ¡Todos los días me regalaba algo nuevo! Y cuando mi humor me lo permitía le cantaba a mi cuerpo y en voz alta inventaba canciones como «gracias rodillas, gracias espalda, gracias cabeza, gracias pelo…» y me tocaba cada parte mientras les componía palabras bonitas.
Y por si esto fuera poco, la vida me regaló angelitos que estuvieron conmigo llenos de amor y paciencia. Carlos, Olga, Meche, Prix, Flor mi hermana que me sobaba la espaldita y me hacía tés mientras ponía música religiosa que me gustaba y Marissa aunque estuviera lejos que con una llamada me regalaba calma… Maru y Eduardo… Aldo y cada persona que me encontraba aunque tenga idea o no de lo que es la fibromialgia, que a mi parecer sólo saben lo que es quien la tiene, encontré en ellos también palabras de alivio. Mis wikys que aunque estaba ausente en el chat sabía que me seguían queriendo como siempre y mi familia que simplemente con estar con ella me olvidaba si me dolía la cabeza o no.
Y la vida todavía quiso darme más. Olguita me llevó a cabalgar cuando salí del hospital donde estuve no sé cuántas veces ni cuántos días cuando también me encontraron el problema en el corazón que para mí no es problema, sino una manera de cuidarme mejor. Recuerdo que el día siguiente que salí del hospital fui a trabajar fingiendo que me sentía bien. Ese día me indemnizaron y me dieron las gracias por colaborar en Quién por cinco años y 77 días. Así que volví a mi casa y al día siguiente Olga me llevó a cabalgar… Dios, esas cabalgatas son de lo mejor que le puede pasar a una alma que falsamente creía que había perdido las bases con las que se definía.
Así entré a equinoterapia… patrocinada por el Lienzo Charro Zermeño. «Aquí no nos importa si tienes dinero para pagarnos, lo que queremos es que estés bien» Me dijo mi terapeuta cuando falté a una sesión por cuestiones económicas… las medicinas y los hospitales habían consumido mis ahorros.
Los caballos me recordaron quién soy y quién no soy y creía que era. Me empoderaron poco a poco enseñándome mi verdad, lo que verdaderamente importa y lo capaz y fuerte que soy. Las terapias eran fuertes, eran duras, eran un encuentro total y profundo con mi alma dejando todo lo exterior.
Un caballo y yo fue la fórmula perfecta para volver a ponerme de pie y entender las bendiciones que hay dentro de mí, encontrarle ese sabor a la vida que me hizo volver a probar bocados que me eran antes indiferentes y así recobrar peso. Era una frustración para mí no encontrarle sabor a la comida o devolverla después de hacerlo pesar 56 cuando mido 1.73. Con la cara arrugada, el pelo seco y mi cuerpo que es mi herramienta más importante, sin energías para echar desmadre.
Y así, sabiendo lo que verdaderamente importa, me sentí tan agradecida de saber que estaba donde quería estar y que todo lo que me había pasado era una gran y poderosa bendición. Comprendí que estar viva era el pase para volver a recuperar mi luz y hacer que los días cuenten, esté en cama o no.
Decidida a superar esto tomé cartas en el asunto y corté de tajo lo que no me hacía bien. Puse atención a mis palabras, a los sentimientos que se encuentran en ellas y solté el cetro de juzgarme y bajé la bara de las exigencias que no son otra cosa que falta de amor.
El trabajo cayó solo. Conferencias, proyectos… pintar. ¡Volví a pintar! Arturo, Carlos, Tania, Camila… gente que llegó también a echarle colores a su vida en lienzos tan diferentes y a la vez tan iguales en sentimientos.
Y noté que había dejado de escribir y me disculpé por ello, no iba a hacerlo por satisfacer a los demás, iba a escribir cuando quisiera.
Entonces Leah, una amiga de la universidad a quien amo muchísimo me mandó unos audios diciéndome que me pusiera en contacto con Mariana. Pero eran tantos consejos que recibía que le dije que le marcaba luego pero al día siguiente fue Mariana quien me marcó. «Quiero ir a verte» Me dijo. Y así fue que llegó a mi casa y le hice un tecito de jengibre.
Llegó con unas pantuflas padrísimas porque están llenas de hierbas y las metes al mircro y te las pones en los pies cuando los envuelves en unos aceititos que también me regaló. Platicar con alguien que tiene lo mismo que tú es poder estar en ese mundo alterno de sábanas color pastel pero poder hablar con alguien y no estar sola. Nos reíamos del problema de falta de memoria a corto plazo que las dos tenemos debido a la Fibromialgia (se llama fibrofog si quieren buscarlo) y platicamos exactamente de las mismas experiencias: amigas que se alejaron, fiestas a las que no asistimos, días que nos nublaron la mente y de las ganas que tenemos de sentirnos bien.
Pude platicarle que tenía miedo de decirle a la gente que me duelen las manos, que si no hay vasos en mi casa es porque se me han caído y que tengo miedo de que mis dedos lleguen al punto de no poder escribir, porque me pasó. Llorando le dije que mis muñecas y mis dedos me dolían y que no podía cargar cosas y tenía miedo decirle a la gente y que prefería que se burlaran porque tomaba cerveza con popote y que me agachaba para sorberle para no cargar el tarro. No quería que eso fuera un tema de conversación aunque me moría por gritarles ¡Me siento mal!
¿Qué estás tomando para la Fibromialgia? Entonces me preguntó. Yo le contesté todas las medicinas que me meto y me dijo «Yo también lo hacía pero Lucía esos no son otra cosa que medicinas para disminuir el dolor, mi pregunta es ¿Qué tomas para aliviarte?»
No entendí, sé que la fibro no se cura por lo que no hay pastillas para la Fibromialgia, sólo «pain killers». Entonces me explicó que el cuerpo es muy sabio y que si le das lo que necesita el cuerpo mismo usa esa «gasolina» para aliviarme las muñecas y los dedos y la espalda. Y por gasolina se refería a Omega 3, vitaminas y minerales.
«Lucía, no es lo mismo curarte un dolor de cabeza inyectándote supradol a curártelo tomando omega 3 y que te alivies en vez de que detengas el dolor»
Estoy resumiendo una plática de toda una mañana en unos párrafos pero la conclusión fue que le pregunté a mi doctor si había problema y comencé a tomarlas. «No te vas a sentir bien en el primer día o no te vas a dar cuenta que te sientes bien un día cualquiera… sino que poco a poco vas a sentirte mejor y se te va a hacer raro que te duela la cabeza… te doy tres meses».
No sé pero un día me quedé sin agua y cargué el garrafón para llenar el cántaro de agua… y en vez de tener esporádicamente unos días buenos comencé a esporádicamente tener días malos. La tortilla se había volteado.
Ir a Tapalpa y poder trepar las piedrotas o lograr seguirle el paso a mi novio a bajar a unas cascadas caminando por cincuenta minutos de bajada y luego otros de subida (los de subida creí que iba a desmayarme pero mi orgullo me mantuvo de pie), fue algo fantástico. ¡No sólo tengo vida, tengo salud!
Si antes me tomaba 20 minutos levantarme de la cama ahora me levanto brincando. Y créanme si les digo que la sabiduría aprendida en este año tan difícil y tan lleno de pureza, paz y plenitud me enseñaron que las circunstancias no definen la manera en la que decido que mi alma se sienta.
Incluso en los momentos de dolor más profundo donde me iba al mundo de las sábanas de colores pasteles encontraba amor, amor por todos lados. Y sé que no puedes estar de buen humor cuando llevas seis o siete días con dolor de cabeza y que los pensamientos negativos suelen apoderarse en esos momentos pero vaya, también los dejé existir. Esos pensamientos no definen mi alegría que forma parte de mi esencia.
Y así llegué a este día. Independientemente si comprendida por el mundo, comprendida por mí que es lo que más importa. Llena de sueños, aspiraciones, soluciones nuevas. Con ganas de gritarle al mundo que una cosa es no estar enferma y otra cosa tener la energía necesaria para abrir los ojos y ver todas las bondades y bendiciones que están a tu alcance. No estar enferma no significa tener salud. La salud comienza por dormir bien, por desayunar, por tomar agua, por alimentarte de pensamientos y personas positivas. De leer un libro que te cambie tu visión, por levantarte con un propósito, por dejar de contaminarte por recuerdos que trasladas del pasado al presente y son nocivos.
La salud va más allá. La salud es lo que sale de tu boca, ese que te platiquen algo y contestes con un comentario positivo o negativo. Esas envidias inconscientes, esa exigencia que te ataca en las noches, eso no es salud.
Estar bien va más allá de no estar mal. Estar bien es sonreír de la nada, es lo que no sé cómo explicar pero ahora siento. Viene de estar agradecidos, de priorizar nuestra alma y nuestra misión de vida. Es darte tiempo.
Hace poco leí un comentario de un lector sobre un escrito que hice que se llama «Haz lo que amas». Él me dijo «no tengo tiempo» yo le contesté «tú y yo tenemos las mismas 24 horas». Nadie tiene más tiempo que nadie. Y lean bien esto que es la conclusión máxima de todo lo que he aprendido: Atreverte a aventarte un viaje a tu interior es lo mejor que puede pasarte. Y cuando lo digo todos ponen cara de miedo como si hacerlo nos provocaría salir locos en el intento. Pero se me hace más absurdo vivir la vida sin conocerte, sin concreta y sencillamente no saber ni lo que quieres.
Recuerdo tiempo pasado esa Lucía que quería controlarlo todo y ahora entiendo que lo único que tenía era miedo y que sé que aprender a ser libres también da miedo pero ser libre significa priorizar tu alma sobre cualquier temor y sólo así puedes hacer lo que ahora siento delicioso porque no lo había sentido tan puramente: fluir.
Fluir es tener esa certeza de que lo que se vaya de tu vida se va a ir, que lo que se quede se va a quedar, que vas a morir un día y está bien, que no puedes decidir sobre la vida de los demás, que sólo te toca jugar con tu muñeca y no andar viendo qué tiene el de al lado. Fluir es creer en tu instinto y tener fe en que todo va a estar bien pase lo que pase.
Así termino este año, agradecida, con ciertas cosas por trabajar, pero segura de que este año fue una oportunidad para entender que hay más Lucía para rato si me dejo existir, cosa que amigos míos: ME ENCANTA.
Por eso les comparto este video que hice de las cosas tan bonitas que viví este año, incluso estando en cama o en el hospital. Agárrense porque Lucía viene con todo. GRACIAS POR LEER.
Ach no lo he terminado de editar pero lo subo en cuanto lo tenga.
5 comentarios
#QueridaLucia ERES GRANDIOSA!!! CADA VEZ QUE TE LEO ME SIENTO CON MENOS PROBLEMAS MENTALES JAJA
#QueridaLucia qué linda eres! Lo haces ver tan fácil todo el proceso y el camino recorrido, quisiera estar ahí en ese lugar al que llegaste pero en mí, espero pronto escribir algo así, por lo pronto sigo en el proceso de sanar y encontrar. Qué chido se oye la terapia con caballos. Saludos Lucía, que siga el éxito 😀
#QueridaLucia quiero mandarte un abrazo enorme!!!! Porque no me imaginé todo esto, siempre pareces tan llena de vida, alegría y emoción y ahora entiendo que aprendiste a querer estar mejor para ti y por consecuencia con los que te rodean. Leerte me hace el día y es de mis cosas favoritas, soy una gran admiradora tuya y espero que no dejes de escribir, eso si solo porque te encante y como dices tú: no por complacer a los demás!
Espero que este 2017 este lleno de cosas increíbles
#QueridaLucia Solo quiero agradecerte por compartir lo bonita que es la vida desde tus ojos e invitarnos con tu emocion. Estoy segura de que Dios te seguira llenando de bendiciones cada dia, iluminandote y trayendote justo lo que necesitas para seguir nutriendo tu alma. Te mando un gran abrazo y mucho mucho cariño, deseando que tu crecimiento continue sin importar el añoo el dia en el que estemos. Gracias por hacer lo que amas.
#QueridaLucia tu despedida de este año me conmovio muchisimo! Estoy segura de que no puedo sentir lo que tu sientes pero senti algo al leerte y eso es lo fascinante. Me encanta pensar en lo conectados que estamos unos a otros, que tu sin pensar ni imaginarte haz sido una ENORME inspiracion para mi desde hace un par de años que te encontre por aqui en internet y esta noche volvi a buscarte con la intencion de encontrar ese empuje que tus palabras me dan…