La razón principal por la que nos aferramos a algo, es porque tenemos miedo de que no pueda pasarnos dos veces…
– ¿Vacaciones?
– ¿Perdón?
– Sí, qué te trae a Madrid. – Dijo en un tono típico español el de los jeans rotos a la mujer que acomodaba su maleta. Ella se incomodó pensando que era imposible decirle “Ah no, lo que pasa es que voy a tu ciudad a recoger mi corazón” sonaría absurdo, así que contestó con un simple “sí” y se sentaron.
– Bueno pija pero qué cara. Prometo dejarte dormir pero anda, estaremos bastantes horas en el vuelo. – Dijo él-. Ella sonrió, pensando en lo extremadamente romántica que había sido esa escena si ella estuviera completa. Pero le faltaba el corazón.
– Soy Lucas, le voy al Real y tengo hambre. ¿Tú?
– Amanda, tengo cáncer y hago el último viaje de mi vida. – Dicho esto Lucas soltó la carcajada, pero la cara seria de ella le reveló la verdad con la formalidad de su actitud.
– Vaya tía que desastre, pero si ni te ves mal. Y qué ¿Crees que tienes derecho a estar de amargada sólo porque vas a morirte? No me das lástima, ojalá y te recuperes y entonces digas “ah pero cuántos años pasé de ojete tirando mierda a todos…” y te quiten tu licencia de gruñona… y te acuerdes un poquitito de mí. – Guiñó el ojo…
– Y a ti te pongan una placa que diga “me creo todo lo que dice la gente…” – contestó.
– A parte de mentirosa cruel ¿Eh? Así me gustan ¿y qué… estás soltera niña bromista?
– No, mi esposo viaja a un lado tuyo. – Volteó y miró a un gordo que respiraba roncando aunque estuviera despierto. Ambos rieron.
– Pero que maja tan tontita, mira que sí me hace gracia pero sólo por saber que es otra de tus burlitas y estás soltera y tenemos ocho horas de vuelo juntos y no morirás mañana. En definitiva el cosmos se ha alineado a mi favor…
– Tranquilo casanova, voy a encontrarme con mi novio. –Mintió, pero era necesario ya que nada la distraería de su objetivo: recuperar su corazón. ¿Para entregarlo de nuevo? ¡Claro que no! Eso pensó mientras se colocaba unos audífonos del tamaño de dos donas Krispy Cream dando por terminada la conversación al prender su ipod.
Qué nostalgia le provocaban a Amanda – además de la situación que la embargaba -los aviones, levantarse de madrugada, el frío del aire acondicionado, ver azafatas mover los brazos explicando algo mientras ella escuchaba música y creaba una bomba de sentimientos que la hicieron encerrarse en esa jaula de recuerdos que no le permitían notar los ojos verdes de Lucas, o tal vez su estrepitosa presencia la había hecho huir una vez más del amor con esa arma letal de sus audífonos que cortaban toda posibilidad de continuar ese encuentro que terminaría en… en lo que sea, pero terminaría, porque su realidad era muy diferente a la suya y su vida un reloj de arena donde la misión de conseguir su corazón era más importante que cualquier expedición de la NASA y ni él iba a distraerla… y en pleno soundtrack de Across the Universe se quedó dormida.
Soñaba, vaya que soñaba porque sus ojos se movían de un lado a otro aunque estuvieran cerrados, sus pestañas se columpiaban y Lucas las veía tratando de adivinar qué carajos pensaba la niña flaca y blanca de boca gruesa y besable… y de pronto se imaginó que leía su cuerpo en braile…Y así, quedó dormido él.
La azafata los despertó ofreciéndoles jugo, ella sorbió la baba de la boca y él fingió no haber estado dormido. “Dos cervezas que estamos celebrando” continuó Lucas y ella sonriendo asintió. Se había puesto nostálgica y sus atenciones sorpresivas le hacían bien…
– Y bueno mujer, ¿Cómo te han sentado los primeros minutos de vuelo?
– Dios mío no paras, bien, si quieres hablar tendremos una conversación el tiempo que dure mi cerveza que pretendo leer el final de un libro después. – Se autocastigó; en realidad ni su libro estaba bueno y el hombre era divertido, pero había prometido no distraerse de su misión principal.
– Vale, pero sólo asegúrame que aquel regordete no es tu prometido que no soy bueno para los golpes y vivo de mi aspecto físico. – Dijo y en seguida soltaron una carcajada mientras ella olvidaba su autocastigo permitiéndose admirar la cara de Lucas admitiendo que de verdad podría ser modelo de algo, y mientras movía sus ojos recorriendo su cara él se supo observado y abrió su boca y enseñando los dientes con una sonrisa actuada -que permaneció tres segundos- fueron los suficientes para verla alegrarse y que su risa decorara la mañana. – Empiezo yo. – Dijo él – voy a poner el ejemplo de cómo debes describirte. Soy Lucas, 32, divorciado, amo el vino tinto, no soy de la realeza aunque parezca y tengo una sobrina, Julieta, que aunque no lo creas es más hermosa que tú.
El hombre mentía. No era divorciado, era viudo, su esposa Sara se había quedado en coma desde hacía tres años y por fin sus padres habían dado consentimiento a desconectarla y cumplirían su última petición, donar sus órganos…. Cosa que a él le causaba asco, náuseas y rabia por tener que dividir en partes a Sara, con quien se había casado en una iglesia diminuta de Madrid. Después de recordar todo eso Lucas volvió en sí y puso su sonrisa fingida esperando que a Amanda se le contagiara y entonces sí, reír en serio.
– Bien. – Interrumpió ella queriendo participar en el juego. – Soy Amanda, tengo 25 y me dispongo a hacer un viaje de introspección, sola. Quiero estar alejada de mis papás y México por un tiempo y conocer un poco.
Mentira. Había era hija única, millonaria, huérfana. Vivía sola en su departamento con su perro que curiosamente se llamaba así, Lucas, pero no iba a decírselo. Se dirigía a Madrid porque por fin habían encontrado un corazón para ella – sí padecía cáncer desde hacía más de dos años y su corazón había dejado de funcionarle en su mayoría y le habían colocado un bypass y ya llevaba un año, tres meses y cuatro días esperando por un donante -. Se operaría en Madrid al día siguiente y estaba nerviosa, por lo que un hombre como Lucas la había hecho olvidarse de todo, aunque fuera por ocho horas.
La plática fluyó y cada uno se olvidó de sus tristezas, destiló la conversación y ella sentía que su corazón latía sanamente y él, después de mucho tiempo, quería gritarle que ya la amaba hasta perder la voz. Pero la única que habló fue la azafata quien sirvió la comida; ella tomó sus aceitunas, él le dio el jitomate, parecían conocerse desde siempre.
– Dime algo que siempre has querido. – dijo él – Una cosa estúpida y de poco valor que morirías por tener…
– Es una tontería pero me gustaría tener una pistola.
– ¡Vaya tía! ¿Y por qué una pistola?
– No sé, para matarme antes de sentir dolor. – Recordó con coraje lo delicado de su situación, pues aunque sabía que había necesitado estar cerca de la muerte para valorar la vida, en los ojos de Lucas había descubierto que necesitaba el amor para odiar la muerte. Pero la vida no se detenía por nadie y ella no debía detenerse por él… y bajándose de sus nubes le preguntó el típico y sutil “¿Y tú?”
Él ya no quería nada, la vida le había quitado a Sara y tratando otra vez de anular su tristeza se alegró diciendo:
– Sería feliz con unos guantes de box.
– ¿Para qué?
– Para golpear a tu novio llegando al aeropuerto.
– Ja, mi novio no vendrá por mí, mentí con aquello también. – Al decir esto Amanda hizo oficial que lo estaba prequeriendo y él cruzó mentalmente los dedos deseando que la oportunidad se volviera sólida.
– ¿Puedo llevarte entonces a tu hotel? Mira que yo también soy pijo y un chofer vendrá a recogerme. ¿En dónde te quedarás?
– En el Hotel de Castilla.
– No se diga más, te llevaremos.
Ella tomó unas pastillas, le sonreía y se veía cansada de nuevo. Se agitaba mucho con ese corazón inservible y fingía estar bien pero en ese esfuerzo se había quedado de nuevo dormida. Él imaginaba que era su novia y la cobijaba a penas se movía, preguntándose por qué de pronto se sentía tan vivo y encontrando en su cara dormida los restos de Sara, y mientras seguía en las nubes de sus nuevas pasiones aterrizó el avión.
Inevitablemente se habían convertido en una pareja, él le recogía la maleta, ella iba al baño él buscaba al chofer y se subieron al coche, ella veía las casitas, él a ella y ella de pronto notaba que lo miraba él y su inservible corazón pegado al aparato volvía a cobrar vida. Llegaron al hotel, él insistió en que cenaran, ella realmente estaba agotada y tomó otras pastillas tratando de que él no se diera cuenta. Él se dio cuenta. “Veámonos otra vez” le insistía. Ella calculó los días para que si su corazón funcionaba y la operación resultaba exitosa pudieran encontrarse en un café en la Plaza Mayor en un mes, así lo acordaron y él no discutió la fecha ya que pensó que un mes sería perfecto para por fin enterrar a Sara, quien llevaba una eternidad conectada a unos aparatos en el hospital Central donde sus órganos seguían funcionando en espera de necesitados… un tormento para él y la esperanza de vida de Amanda que iba a recibir un corazón como el de la esposa muerta… del que estaba enfrente. Se despidieron, él le insistió que no faltara, ella sonrió, él leyó en su risa que ella estaba prequeriéndolo y confiado en ello supo que asistiría. 8 de Marzo, cinco de la tarde…
Él se fue esperanzado y culpable de haber encontrado el amor tan rápido, ella tenía miedo de que fuera mañana y tomó unas pastillas para dormir. Entonces pensó en su cirujía y en que le habían dicho que no podía cenar nada. ¡Rayos! Nunca había tenido tantas ganas de cenar… ¿Para qué esperar si tal vez moriría? Pensaba, hubiera platicado con el al menos un par de horas y no estaría pasando este cruel insomnio que le recordaba las probabilidades de que la operación fracasara, o al menos eso había googleado en Internet, y aunque antes no le importaba, estar viva hasta el ocho de marzo la había mantenido con unos deseos de no dejar este mundo.
La noche cayó, ella se quedó sosegada pensando si él estaría en diferente cama pero con el mismo sueño, o tal vez fuera un casanova que había conocido a alguien ya y estuviera cenando con ella. “Maldita mujer de corazón sano” se decía envidiando a la dama que había creado en su mente que estaba cenando con él y así se quedó dormida hasta que sonó el despertador en punto de las nueve.
Se baño, tomó un taxi y llegó al hospital y una silla de ruedas la esperaba, sentarse en ella la hizo recordar que estaba enferma y conmemorar que lo estaba la hizo sentirse débil, bajó la mirada y dejó que la condujeran entre los laberintos blancos de luces arriba… de pronto pensó en él… ¿Lo seguiría prequeriendo aunque tuviera otro corazón? ¿Será que sus sentimientos cambiarían? Había leído que cuando te hacían un transplante del órgano vital podías dejar de tener los mismos gustos e incluso dejar de estar enamorada…
La adentraron en el quirófano, el doctor ya asomaba sus ojos de entre la ropa pistache que se ponen antes de operar, ella se dejó encandilar por la luz y entonces dijo:
– ¿De quién era el corazón?
– ¿Cómo dices Amanda?
– Sólo quiero saber el nombre…
– Es información confidencial… ¿Por qué piensas esto hasta ahora?
– ¡Carajos voy a ponerme el corazón de una persona que no conozco y sólo quiero saber su historia! – Pero era tarde, el doctor ya le había inyectado la anestesia y poco a poco quedó dormida… pensando en el ocho de marzo.
El ocho llegó como cada año y ella se puso el vestido salmón que había pedido a una enfermera que le comprara hace días, sus cachetes habían dejado de ser blancos, y nerviosamente sentada esperó al hombre que prequería, quien llegó a los cinco minutos y no le dio chance de que ella pensara que es una locura… y dándole la seguridad de quien le apuesta también al amor. Lucas se sentó frente a ella sin saludarse, sólo rieron. Se pusieron serios, volvieron a reír, comenzaron las carcajadas, se formó agua en los ojos de él, ella sintió calor en su nuevo corazón y entonces, como una revelación divina dijo en su mente: Acepto mi segunda oportunidad. Su corazón bombeó como música tropical y guardando la imagen de la risa de Lucas prometió nunca hablar de lo que acababa de descubrir.
2 comentarios
#QueridaLucia encuentro encantadora la historia, un pequeño detalle: ¨cirujía´´ (no es una crítica agresora, en mi tiempo libre edito textos)
#QueridaLucia pequeña corrección copio texto «Había era hija única, millonaria, huérfana. » con amor