Todos tenemos uno pero no todos lo respetamos.
No dormí en toda la noche, la cabeza me dolía y no podía moverme así que me entregué a la realidad y supe que de nada servía ilusionarme con levantarme por una pastilla porque mi cuerpo no iba a responderme, me tocaba quedarme quieta esperando a que amaneciera. ¿Qué me preocupaba? Tenía una sesión de fotos en unas horas más. Pensaba en cómo iba a hacerle si no podía levantarme de la cama y me daba coraje de que tenía ilusión de hacer una gran sesión y estaba incapacitada. Pero sigan leyendo que esto tiene un final feliz.
Las ganas de ir al baño tuvieron que levantarme a la fuerza y ya levantada apliqué mi SOS: inyectarme, esta vez ni me la pensé como otras que hago el «uno, dos, tres» y no me animo a encajar la aguja. No hubo conteo. Esperé los prudentes 20 minutos y sin tener respuesta de alivio en el hombro que recorría la parte izquierda del cuello y cabeza me dejé acariciar por el agua caliente. Desnuda, agachada, me provoca sentirme vulnerable, frágil… y ser así me hace sentir fuerte porque para mí la fuerza radica en la desnudez de la vulnerabilidad y el vivir sin ocultar mi sentir por cobardía a pensamientos contrariados con mi «verdad».
En el agua me empoderé. Decidí que mal o bien iba a ir, que la medicina haría lo suyo y que desayunando bien y cuidando no estar muy agitada lo iba a lograr. Me puse bonita, llegué. El lugar era mejor de lo que esperaba, mi modelo toda tierna increíble, las maquillistas son como mis hermanas y el fotógrafo el amor de mi vida. Nos tomamos de la mano y les dije «hagamos la mejor sesión de fotos» y la sesión fluyó. La sesión fue mágica.
Mientras estábamos haciendo lo nuestro mi dolor pasó y también pasaban señoras que iban a pintarse, a hacerse las uñas y saludé a la dueña que es mi amiga de hace años y me presentó a su mamá (las dos hermosas). No supe en qué momento comenzamos a hablar del cansancio hasta que les dije que tenía fibromialgia y su mamá volteó a verme y me dijo «yo también». Entonces pregunté si podía abrazarla y nos abrazamos bien rico, de esas veces que sientes eso que necesitas sentir varias veces al día para saberte conectada con el mundo.
La señora empezó a hablar de su enfermedad: «Me diagnosticaron hace diez años y llevo cinco sintiéndome bien. ¿Cuál es mi fórmula? Estar nutrida, llena de vitaminas, comer excelente pero la verdadera clave es conocer tu ‘breaking point’. Yo después de diez años ya puedo reconocer cuando ya estoy a punto de llegar a ese punto donde necesito detenerme en el lugar que esté: en una cena, conviviendo con mi hija, trabajando, en donde sea sé que necesito parar y lo hago disculpándome y sin importarme si la gente me entiende o no».
Su hija interrumpió: «Yo he tenido que entender eso y ahora sé que mi mamá sabe sus límites y si me dice hoy no puedo ir a desayunar porque estoy en cama, sé que necesita estar recostada». Volteó a ver a su mamá y vi perfectamente la mirada de una hija que es comprensiva y que respalda y respeta las capacidades y limitaciones de quien más quiere con un toque de admiración hacia lo que yo pienso que es lo más sagrado: una mamá.
¿Y la gente? Pregunté. Lo hice porque ha sido un reto para mí con amistades pero sobre todo con gente que no me conoce del todo y tiene una versión de mí como si mi vida fuera fácil y les resulta inaudito que no les conteste en el what’s app o me olvide de algunas cosas que debía recordar. Y mis acercamientos a veces no resultan del todo exitosos para ellos.
«Ellos no están enfermos, no tienen idea y no tienen por qué tenerla y gracias a Dios que no la tienen», algo así me dijo. Por eso la responsable de no pasar ese ‘braking point’ es totalmente personal. Concluyó.
La plática me hizo viajar más allá de una enfermedad o de mí misma. Todos tenemos una historia, todos tenemos un ‘braking point’ Algunos lo hemos rebasado al punto de desconocernos y la vida se ha encargado de regresarnos al balance, con situaciones que a veces creemos son tragedias y no son otra cosa más que un empujón para volver a nuestro lugar.
Sentí culpa unos dos segundos y luego me dije ¡la culpa no ayuda de nada! Pero sí entendí que muchas veces incluso en un día, rebaso ese punto donde debería detenerme, poner una pausa, terminar con un estilo de vida, decir que no, volver a decir que no, recostarme, tener un diálogo conmigo antes de empezar el día. Abrazarme antes de compartirme con el mundo, ser yo antes que cumplir con mi deber, poner límites, aprender a respirar, a estar consciente de que estoy viva.
Momentos llegaron a mi mente como si las palabras que había recibido me hubieran abierto un cajón cerrado en mi memoria. Reconocí, más que culparme, las ocasiones precisas y fue como si subrayara con marca textos las situaciones donde yo misma me coloqué en circunstancias que no me hacían bien.
¿Y lo más bonito de todo? Me sonreí de saber que ahora que podía reconocerlo había hecho algo al respecto. Comer bien, nutrirme cuerpo, alma y mente, hacer en mi día lo que pueda hacer con las energías que tengo y no desvielarme. Evitar las fugas de energía para apoderarme de lo que me pertenece. Y sonando así de egoísta con mis tiempos, mis cuidados y yo como prioridad, entender que sólo así puedo funcionar en una relación de noviazgo, de amistad con el mundo y de amistad conmigo misma. Y eso me ha hecho más blandita, me ha abierto los ojos a entender que cada quien tiene su historia y que su historia es sagrada.
Escuchar a mis amigas sin juzgar porque tampoco me juzgo a mí y saber que sus procesos las llevan por decisiones que ellas tienen que tomar y que está bien y que mi papel es ser una acompañante fiel de la nobleza que las personas que me rodean me ofrecen a manos llenas. Entendí que existe la palabra «discúlpame, lo siento» y que tengo que aplicarlas con personas que no lo he hecho, pero tampoco me culpo, buscaré el momento.
Y entendí que mi historia personal me ha llevado a sentir diferentes cosas así como la historia personal de mi papá lo ha llevado a actuar de ciertas maneras que ahora entiendo que eran las decisiones más sabias y más amorosas y que antes tal vez antes no pude verlas. Entendí que mis hermanos también tienen sus estructuras, sus escalas de valores y agradecida comprendí que estoy y pertenezco a ellas. Que me quieren, que cada uno me ama, que mi papá ha hecho cada segundo de su vida lo mejor que ha podido y que a veces quisiera decirle que no tiene idea de lo mucho que veo y le agradezco y que a veces teniéndolo enfrente no puedo decirle.
Pero ya llegará ese momento donde las piezas sigan acomodándose y mis reencuentros lleguen uno a uno y que algún día pueda retribuir todo el amor que me rodea y me sostiene. No porque sea una deuda, sino porque emana de mí.
Porque ahora que veo con otros ojos, mi pasado cobró la forma y el sentido que siempre estuvo ahí y no supe ver. Y así, tratando con amor cada uno de mis días, es como me remonto al presente, a lo único que importa, a la sesión de fotos, a la modelo posando hermosa mientras sonrío de poder pertenecer a un trabajo que amo, con un grupo de personas que son talentosísimas y que tienen un corazón que te roba el tuyo, empezando por mi novio, quien me ha enseñado tantas cosas con su ternura y a quien amo y admiro tanto.
La vida es bella, me haya inyectado hoy o no. Y aquí, feliz de estar a las 11:22 en un viernes por la noche escribiendo mientras mi perro destroza un cojín, escuchando música a todo volumen en mi ipad que perdón si sueno superficial pero también amo tanto, descubro que la vida es pura vida. Que los momentos se escriben con el acento del balance y grado de consciencia que tengas y que no hay nada más hermoso que despertar y amanecer a este estilo de vida que quiero mantener como mío y que quiero que experimentes y que te llene de luz, amor, paz, vitalidad. Porque como modelo de certamen de belleza, yo también quiero «world peace».
Menos ‘braking points’ y más amor. Y respetar también cuando las personas te dicen «hoy no puedo» porque ellas también necesitan su balance, su espacio, su estructura y eso no las hace amarme menos. Comprender a los demás como quiero que me comprendan, esa es mi área de oportunidad.
Gracias Dios por este día.
2 comentarios
#QueridaLucia no tienes idea de como me has hecho llorar y reflexionar a la vez con este escrito. Precisamente me encuentro en ese punto, con unas ganas inmensas de salir corriendo y no ver a nadie por un buen rato, de acomodar mis ideas y sobre todo sanar mi corazón. Muchas gracias por tus textos, nos alimentas el alma poquito a poco. Un abrazo Lucía y Dtb!!!
Gracias hermosa lo escribí también llorando… jeje un beso.