POR FIN TE PUDE ESCRIBIR.
Porque tal vez eso de «descanse en paz» debería decírmelo a mí más que a ti, estaré en paz porque te llevo conmigo.
Me andaba costando trabajo hablar de ti. Aún no entiendo por qué se separó tu alma del cuerpo un día tan de repente. Te puse de fondo de pantalla por si acaso podía llorarte y no ha pasado. No sé que siento cuando pienso en ti. Se me revuelve el estómago porque hay cosas que no entiendo. La muerte es algo que se me dificulta definir. Así que tal vez me guste más hablar de tu vida, canoso, tierno, me dan ganas de agarrarte los cachetes, que me des uno de esos abrazos de oso, probar tu agua que siempre le faltaba azúcar. Te extraño y no lo admito porque una barrera me ayuda a pensar que sigues vivo.
Tú eras diferente, tú eras otro, como si no hubiera un grupo para catalogarte. Sabías lo que la gente necesitaba, no entiendo cómo siempre estuviste de buenas, no sé de dónde viene tu educación pero eres un príncipe para mí. Ese recuerdo de saber que existen hombres buenos para apapacharme. Esa excepción que me hace confiar en que un día iba a encontrar a alguien como tú.
Siempre llamaste a mi tía «Señora», te levantabas cuando ella se ponía de pie, la tomabas por atrás como protegiendo su andar… el mejor anfitrión, y con ese pelo blanco y yo chiquita no podía no confundirte con un abuelo aunque no tuvieras edad. Cursi, eras cursi ¡Acéptalo! Con esa letra cursiva y esa manera de leer, hasta después que me enteré que fuiste locutor dije «con razón». Pareces esos galanes de las épocas donde los hombres se peinaban como tú, perfectamente en orden cada pelo y una partidura tan derecha como tu nobleza.
Y sigo sin llorar pero cada vez me andan dando más ganas, sabía que iba a llegar este día donde tenía que desbordarme por esa despedida que no quiero que llegue aunque no estés.
¿De dónde saliste tío Ramiro? ¿Qué te pasó para que seas así de pacífico? ¿Qué secretos no supe de ti? ¿Qué pensabas cuando eras bueno con todos? ¿Por qué ese cantar despacito mientras cocinabas o abrías una puerta de la cocina para sacar un sartén?
¿Qué hace una persona para ser como tú? ¿Cuál es tu fórmula para volver a hacerte? ¿Eres ahora un ángel o siempre lo fuiste? Ya, ahora sí ya estoy a punto de llorar, me haría tanto bien hacerlo… así que sigo.
Me tiemblan las manos, sé que el pasado está en el pasado pero es que sigues tan presente que no quiero que pases, no quiero olvidarte, no quiero que te vayas de mí. Protector infinito de todos mientras nadábamos en tu alberca o trepados en el pasamanos que nos hiciste para que los niños siempre estuvieran en tu casa.
Mis domingos me saben a ti, me saben a mi tía Olga… es de lo más preciado que vive en mí. ¿Sigues aquí? Me considero afortunada de que te haya tenido mientras me hice mujer. No sacabas otro tema que no fuera ¿Cuándo te vas a casar? Querías verme con alguien, insistías hasta la imprudencia cuando tu corazón lo necesitaba. Eras el primero en estar conmigo cuando iba al hospital, tú y mi tía Olga eran como un holograma que estaba presente en los momentos más difíciles, tu postura erguida y brazos atrás, como un caballero que sabe que lo único que necesitamos a veces es saber que hay un roble ahí para poder continuar. Eso eres, un roble. Un roble con flores porque saliste cursi, porque siempre habían palabras que a veces sólo las niñas decimos y queremos escuchar.
Me acuerdo cuando mi abuelo estaba en sus últimos días y vivía contigo. Fuiste el único valiente en decirle «Suegro, tomémonos un tequila, usted y yo bien sabemos que le queda poco tiempo», y lo hiciste sentir hombre y lo escuchaste con respeto, con ese trato que mi abuelo necesitó y no todos se atrevían a dárselo.
Siempre atento a tu esposa, otro roble que todavía anda ayudándonos por aquí. Le servías, la llenabas de alegría, le hacías sentir que todo estaba bien… y ahora que lo pienso, jamás te vi cansado. Ya dinos ¿Cómo le hacías?
Nunca te escuché hablar de Dios o de religión, tampoco de partidos políticos, tal vez te importaba más lo que la otra persona quisiera decir o sentía y a partir de ahí surgía tu conversación. Nunca faltaba un plato de aceitunas, pico de gallo y tequila para los grandes. Tuve la oportunidad de tomarme uno contigo, aquel domingo que llegué temprano y te pedí que me dijeras cómo te enamoraste de mi tía y al instante sacaste tu montón de cartas y me platicaste cosas que mi tía penosa y Orozco como es, le llenaba de gracia sin poner cara de satisfacción porque a veces lo que dices es demasiado como para hacer un gesto. Le dijiste cosas nuevas con tu versión de historia y me llenaste de esperanzas con tu ejemplo del amor. Tal vez es por eso que tu sobrina siempre tuvo altas expectativas.
Siempre pesaste lo mismo, tu complexión no cambió nunca en mi memoria. No se te cayó un pelo, no cambiaste de guayaberas blancas con pantalones claros, y tu sonrisa siempre fue la misma… nunca cambiaste. ¿Qué fue eso que me diste que no sé cómo expresar? Porque sé muy bien que el amor es la fuerza más poderosa y no dudo me pertenece por ti, pero es algo más, me diste algo diferente, no sé si existe algo mejor que el amor y quisiera ponerle palabras.
Tu jardín fue mi lugar favorito, sacando toallas para cuando nos salíamos de la alberca y volvíamos a comer… de verdad ¿Quién eres?
Pasabas por nosotros de la escuela, nos comprabas nieve de limón, nos llevabas al cine… eras como un Santa «clos» tiempo completo.
Tu paz me da paz, tu alegría me da alegría y tu fuerza me llena de fuerza para saber que tu ausencia no es ausencia sino que lo que nos diste trasciende en un legado que todos disfrutamos de ti y esa es tu herencia.
Me hace temblar recordarte porque eres demasiado. Poco a poco iré entendiendo lo que me pasa. Hasta el punto de saber que esto no fue una pérdida sino una ganancia.
Y que cada que me tome un café será en tu nombre porque a eso olías. Y que cada que mi tía Olga me abrace estarás conmigo. Tío Ramiro, el que hizo el video de mi mamá cuando murió, ese que me gusta tanto y no he tenido que volver a ver.
Eres un bocado de todo lo bueno que se puede tener el mundo. Eres el canoso más divertido con alma de niño… no permitas que me aleje de ti. Ayúdame a vivir con esa energía, y yo me encargo de que la tristeza por no tenerte en presencia de esa terrenal, nos haga no ver lo maravilloso que es tenerte en nuestros recuerdos, vivirte en nuestras acciones y amar aunque sea un pedacito de como nos amaste.
Te quiero y te voy a amar siempre ternura de alma.
Tu sobrina, Lucía.
2 comentarios
#QueridaLucia
Me hicistes llorar. Que lindo amor por alguien tan querido, admirado y respetado.
De esta forma, Ramiro conocio a Amalita, quien le dijo que si algun dia decidia viajar a la Ciudad de Mexico en busca de trabajo recurriera a ella, y asi lo hizo el anos mas tarde. Entre los programas radiofonicos en los que participo estuvo el titulado «Quiero trabajar», una especie de bolsa de empleos que permanecio nueve anos al aire.