Si quieres leer un poco sobre lo que quieres estudiar, o a lo que quieres dedicarte o una historia muy chistosa de cuando me compré un Pedro Picapiedra de chocolate sigue leyendo, si no, sigue leyendo.
Varias lectoras me han preguntado sobre qué estudiar y todo ese mundo de qué voy a hacer de mi vida y quedé agradecida al recordar dos cosas:
1.- De poder estudiar.
2.- De tener un papá que pagó mis estudios y que además me dijo «estudia lo que a ti te guste».
Al leerlas angustiadas sobre entre lo que quieren estudiar, lo que sus papás quieren que estudien y sobre lo que el mundo te dice que estudies me vi reflejada en ellas… y ¡PUM! Viajé en el tiempo…
– Lucía ¿Qué vas a estudiar? – Me preguntó mi papá.
– No sé papá, es que como que esas carreras que veo ninguna me llama la atención, a mí me gusta el arte, pero me gustan todos los artes ¿Qué puedo hacer?
– Hay una carrera de artes, ahí por el centro, te enseñan danza, teatro, pintura, escultura… tal vez eso te guste.
Ojo, yo creo que a un padre no le gustaría que su hija estudiara algo fuera de lo “normal” es decir, no en algo que no te convierta en licenciada o eso. Pero como que yo le vi en los ojos a mi papá que le agradaba la idea de que su hija se saliera de lo convencional… no sé, tal vez quería verme bailar.
Pasaron los meses y mi papá me volvió a preguntar. A decir verdad no tenía idea, me imaginaba como mis hermanos en el TEC sólo porque me gustaba la idea de tener una lap top. Así que pensé que sería como ellos. Ya sabes, te gusta estar donde están tus hermanos o lo que ves es lo único que conoces entonces repites la operación.
No sé, papá. Pero me gustaría tener una laptop. ¡Imagínense si hubiera basado mi educación en algo tan efímero! Pasaron más meses y el tiempo encima me obligó a decidirme.
Íbamos por Alberta en el alto con Montevideo, yo estaba atrás en el bocho blanco, yo pensaba viendo por la ventana como buen videoclip de música romántica…
Y ahí lancé una pregunta que no sé por qué se me ocurrió:
– ¿Existe una carrera que se llama comunicación? – Pregunté a mi hermana.
– Sí, existe.
¡PUM! No tenía la más mínima idea de qué se trataba pero eso iba a estudiar. Yo sé, iba en tercero prepa, no era como para que no estuviera informada, además el último año había escogido humanidades y obviamente había visto materias de comunicación, pero es que vivía tan en mi mundo que de pronto tienes idea nada más de la fiesta a la que vas a ir el fin de semana.
Después de eso ya tenía decidido que entraría al TEC – para obtener mi lap top y caminar por esos jardines tan ordenados y ser como mis hermanos – y estudiaría comunicación. Y aquí es cuando Gina, mi amiga de prepa, intervino.
– ¿Qué te pasa Lucía? ¿Te volviste loca?
Esa fue su introducción a una larga plática que me hizo volver a ser yo. Es que les soy sincera, es realmente difícil ser uno mismo a esta edad y a esa donde era adolescente todavía más:
Tienes la carga de lo que tus papás esperan de ti, el ejemplo de tus hermanos que de algún modo debes imitar, y como no has conocido el mundo y todo te parece tan pequeñito, sólo analizas tus opciones de acuerdo a tu corta vista de esa edad, sumado a las pocas experiencias.
Pero ojo: El corazón dicta tengas la edad que tengas.
En fin, eso me pasaba a mí pero agradezco que Gina concluyó diciéndome prácticamente que si yo fuera persona sería el ITESO. Y sí, esa universidad y yo nos identificamos como se encuentran dos personas jugando a los animales… esas que te tapan los ojos y gritas “oink, oink” o “pio, pio” buscando a tu pareja…
Y así entré y el primer día llevaba mi mochila que me salió carísima (no sé cómo me gasté tanto en ella) y una blusa rosa, media cola y me senté hasta adelante porque llegué tarde. Ahí estaba nuestra coordinadora de carrera y maestra – que en paz descanse – y comenzó a hablar de tanta cosa y todos levantaban la mano contestando otra que llegué a dudar de mi nivel académico… prácticamente sentía que hablaban otro idioma.
Le recé a la Virgen y a todos los santos que por favor no me preguntara nada y lo único que quise fue sobrevivir a esa clase llena de gente tan diferente que no logré identificarme con nadie: unas muuuuy fresas para mí y otros muy hippies como para que aceptaran a una “Pink girl” ¡Dios! ¿Qué voy a hacer?
Así sobreviví el mes entero, poco a poco entendiendo el idioma y hasta opinando… entendiendo que no entendía pero que sabía de algún modo secreto que este lugar y esta carrera eran para mí. Y que incluso aunque notara que las personas hacían esta carrera por distintos motivos, a todos nos servía la misma clase.
Y es que a la vida cada quien le da su toque personal, incluso aunque vivamos bajo el mismo techo y tengamos la misma educación, basta con ver a mis hermanos para darnos cuenta de que somos tan diferentes…
Igual pasó con mis compañeros… llegó el momento en el que me di cuenta que no necesito asimilarme a nadie para pertenecer, que nacimos e íbamos a morir totalmente diferentes y eso estaba bien, que todos éramos de carácter fuerte y que íbamos a gritar cada uno nuestra bandera y eso estaba bien. Y entonces entendí de tolerancia y entendí que nadie es igual a nadie y que eso es magnífico.
Poco a poco hice mi grupo pero de todas formas me gustaba juntarme con todos y todos se abrieron a la opción de encontrar que las diferencias en vez de separar a veces unen. En resumen, los mejores años de mi vida incluso aceptando que dentro de ellos pasé los peores también, es algo extraño.
¿Qué es lo que quiero decirles? Que cuando nacemos no decidimos ni qué vamos a comer, o la escuela en preescolar… que nos encaminan pero que dentro de donde nos metan, nuestra personalidad empieza a “florecer” y nuestros papás a descifrarnos y se vuelve algo increíble. Darte cuenta y hacer consciente que a ti no te gustan ciertas cosas y prefieres otras y te aferras a no hacer drama por ello…
Es algo así como el tema de los chocolates… no me disgustan pero digamos que yo era más una niña de Pulparindos. Peeeerooo… mi papá, cuando te portabas bien te llevaba a las Benavides por un chocolate. Era como “el nivel de estatus más alto que podía tener un Orozco Barba”.
Cuando David ganaba y yo los acompañaba veía cómo mi papá le compraba el chocolate, era todo una experiencia que yo asimilaba en cámara lenta con música victoriosa de fondo y me preguntaba ¿Cuándo me tocará ir por mi chocolate?
Pues aunque no lo crean ciudadanos hermosos de donde quiera que me estén leyendo… un día lo logré.
Lucía, vamos a las Benavides. ¡Estoy soñando! Pensé. Y sí, llegando ahí vi a toda la familia Picapiedra hecha chocolate y yo, Lucía Orozco, siempre he amado a Pebbles. Imagínense la calidad de día que estaba viviendo.
Quise correr a agarrar a Pebbles y estrujarla en mis brazos. Pero no, mi ambición fue más grande. Al ver a la familia entendí que obviamente y a simple vista Pedro Picapiedra es más gordo y más alto… “Si escojo a Pedro me tocará más chocolate” dijo la razón… “Agarra a Pedro” contestó el orgullo y ya no sé quién más habló pero el caso es que tomé a Pedro y me fui a la caja.
Si hubiera sido un poco más inteligente habría sabido que el Pedro viene con una capa de chocolate más delgada y que Pebbles es más gruesa y que al final eran los mismos gramos pero bueno, iba en primaria, era una niña y soy güera.
Llegué a mi casa y puse a Pedro en la puertita con llave después de presumirlo con mis hermanos a quienes se les salía la baba por tanto chocolate. Y claro, como no era tan fanática pues me duró meses… primero me comí los pies y luego me parece que la cabeza ya hasta tenía polvo. Dios, las cosas que hace uno.
Obvio no le convidé a nadie nunca, ni a David (que es el único hermano menor que tengo y se suponer que tengo que ser tierna con él) o si acaso le convidé un pedacito del tamaño suficiente para que nomás le salivara la boca y recordara que yo era la del premio. Era una guerra de status.
Voy a llegar al punto lo prometo… de hecho ya estoy aquí, y aquí quería traerte conmigo para que analizáramos la realidad de las cosas:
1.- Yo hubiera sido más feliz con un Pulparindo en vez del graaan chocolatee de Peeedro Picaaapiedraaaa ¡Bah!
2.- Yo decidí por los sueños de los demás… los demás amaban el chocolate entonces si yo lo escogía los demás me envidiarían. O también como el caso de la lap top, quería una porque mis hermanos tenían una.
3.- No tuve el valor de decir lo que quería… ni siquiera decírmelo a mí misma.
4.- El chocolate murió afuera de mi boca.
5.- Y todavía no conforme con hacer lo que los demás querían, ni siquiera me quedé con Pebbles por ambiciosa pensando que la barriga de Pedro tenía más chocolate. ¿Se fijan como no tuve nada de lo que quería? ¡NADA!
Al final me di cuenta que buscar el concepto de felicidad ajeno no da felicidad. Y si vivo así jamás lograré mis objertivos, tal vez le hagamos pensar a las personas que lo logramos, pero nuestro corazón estará intranquilo.
También pude ver que mi papá lo único que quería era hacerme feliz por eso me compró el chocolate, porque el asumió que como niña amaría amaría mi regalo sin pensar que yo deseaba otra cosa y yo no tuve el valor de decírselo, por cuestión de status. Dios mío, qué lejos llegué con esto. Y es que, cuando no abres la boca y le dices al mundo lo que deseas, no deberías esperar a que el mundo le atine… el mundo escogerá lo que “todos quieren” como si la felicidad fuera general… y todavía para no romperle el corazón a mi papá diciéndole que no era feliz en Benavides, tuve que fingir una alegría eterna. O sea, cuando no eres feliz y tienes algo que supuestamente hace feliz al mundo, pareciera que deberías de sonreír a la fuerza.
Y les soy sincera, me acuerdo de los detalles pero más me acuerdo de mi sentimiento, en la caja yo tenía un hueco en el estómago pero miraba a mi papá y sonreía. ¡Qué horrible tener que ponerte máscaras para agradar y más cuando estás triste!
¿De quién es la responsabilidad en todo esto? De mi voz. De abrir las alas y decir ¿Saben qué? Soy esta persona, tan única como todos y esto es lo que a mí me da felicidad y como me quieren tanto y desean verme feliz pues fíjense que hasta les salí más barata. Soy una chica de chile… ¡Ja! Recuerdo ese día. Era de noche me parece y decidí “salir del clóset” y decirle a mis papás que no es que me disgustara el chocolate pero que prefería el chile.
Es de papás no entender cuando uno habla en serio por nuestra estaturita… pero ese día creo, que no era cuestión de que ellos supieran de la seriedad del asunto, sino de tener el valor de decir lo que yo quiero, así que aunque todavía tuviera la voz de pito traté de hacer la cosa lo más profesional posible así que esperé después de la cena:
Mamá, papá, tengo que hablar con ustedes… a mí no me gusta el chocolate tanto como el chile. Mi declaración tan fuerte resonó hasta en el cuarto de los niños, creo que a ellos les pudo más la noticia, mis papás sólo lo tomaron como un “ah ok la próxima vez te compramos papitas” pero Efraín, David y Juan Pablo, descubrieron que yo no sólo era diferente por ser niña, sino que estaba loca por despreciar el nuevo «Jerchis» Cookies and Cream que acababa de salir al mercado en ese entonces.
David se acercó a mí y me dijo ¿Entonces todo este tiempo estuviste escogiendo los Kinder sorpresa sólo por el juguete? Tuve que ser sincera con él y sí, tomó fuerte la noticia. Después me imagino que empezó a llover y todas esas cosas dramáticas y yo miré por la ventana las gotas de lluvia sintiéndome por primera vez desenmascarada. Ahora todos en la casa lo sabían y no había nada que nadie pudiera hacer al respecto.
La felicidad es una cuestión personal y necesitamos ayudar a nuestros papás a que nos entiendan en este aspecto porque si no, ellos comprarán chocolate rápidamente porque es algo así como “la fórmula”. Pero si queremos ser individuos tenemos que comportarnos como tales, autónomos e independientes de acuerdo a nuestra edad y sobre todo responsables.
Ser lógicos dentro de nuestra capacidad de soñar y honestos con lo que realmente buscamos y estar bien informados. “Me largo a ser artista de rock” no cuenta si no te tomas las horas necesarias practicando la guitarra o si decides sólo porque crees que ese «chocolate de rock» sabe rico porque la televisión lo muestra así. Hay que ver todas las caras de la moneda… no se vale aplicar el YOLO sin ser responsables.
¿Qué nos queda? En cuanto a mí, yo no analicé mi carrera respecto a los temas que hay en ella, yo busqué cuáles eran mis 5 habilidades que me gustaban en mí, y qué quería yo hacer en la vida…
A mis 18 años llegué a la conclusión de que quería expresarme. Era lo único que sabía. El cómo lo resolví al observar los temas de comunicación… de hecho el hecho de ver tantas materias de escritura combinado con fotografía y expresión oral me hizo saber que sacaría un diez y no por nerd sino porque era lo que me apasionaba y hacía en mis tiempos libres así que hacer la tarea sería como jugar.
Otro tip que descartó muchas cosas que también tenía de opciones como ser pianista es que dentro de cada profesión existe una “talacha” que no nos gusta, como por decir: me encanta tocar el piano y como se deslizan mis dedos por las teclas formando melodías que retumban en el estudio de mi casa y me hacen llorar, pero no me gusta leer al piano porque es muy revoltoso y me enfada y prefiero sólo tocar siempre las 5 canciones que me sé. Si no era capaz de aventarme la talacha de leer entonces no quería tanto el piano. Eso pensé. (Claro que voy a un concierto y casi lloro por no haberle echado ganas pero sé que estoy a un ir a mi casa a practicar de distancia y no lo hago).
En cambio cuando se trata de escritura y aprender palabras y formas de escribir, esa talacha ni siquiera la veo como talacha, no me hace decir “ya me harté” me gusta y me gusta cada día más y sé que a veces estoy embolada en el mundo y no me tomo el tiempo de volar en mis letras porque hay que pagar la renta y esas cosas pero sé que no porque lo deje de hacer un “ratito” quiere decir que cuando llegue a mi teclado él y yo seremos unos desconocidos, no señor, a mí me encanta…
Y así fue como me gradué… conociendo personas tan valiosas en el camino, aprendiendo que todos cabemos si nos respetamos y ampliando mi visión al escuchar vidas tan diferentes que tenía enfrente. Amo esta carrera porque tiene de todo y la diferencia nos unió.
¿Y cual es el final feliz? Este. Estar aquí contigo haciendo lo que más me gusta y lo sé desde siempre: Expresándome.
Como lo hice en el Instituto de Ciencias tantas veces en el Festival de la Expresión, diseñando el logotipo del mismo, declamando una poesía, tocando piano, dibujando a lápiz o saliendo de mimo. Y también en el ITESO, entendiendo que no sólo se trata de expresarte sino de escuchar cómo se expresan los demás y así ampliar mi mundo a través de las vidas de los demás… y si me permiten terminar con esto, les puedo decir que mi vida no pudo haber sido de otra manera… y ese sentimiento es invaluable.
Haz lo que tu corazón te dice así no defraudarás a nadie porque ser fiel a ti mismo es tu primera obligación.
Mi papá, de haber sabido que me hacía feliz con Pulparindos, me habría comprado una piñata entera de ellos, pero yo no se lo dije. Los quiero, nos vemos en el próximo episodio… Yabadabadoo!
4 comentarios
#QueridaLucia Que admiración total y gracias infinitas por hacer lo que más te gusta, inspirarnos y darnos porras cuando precisamente es lo que necesitamos para aventarnos, que gran inspiración nos transmites. Creo que eres demasiado valiente al escribirnos con tanta honestidad porque no cualquiera se atreve a contar lo que se tiene muuy adentrito donde a veces nos da miedo reconocer o gritar al mundo lo que muy dices «no es el estatus» y aceptar el ser diferente.
Gracias totales #tusiemprefan
#QueridaLucia … es ahi donde entra otro sentimiento mas, frustración junto con un poco de resentimiento conmigo misma con una pisca de desesperación por mil y un razónes. Indecisión, cobardía, mucha confusíon y algo de miedo.
Leerte me cayó como anillo al dedo.
Te mando un fuerte abrazo, mis mas grandes deseos en tus proyectos. Gracias por esto que escribiste que llego a mi vista, espero de todo corazón poder estar en contacto contigo.
Buen fin de semana!
#QueridaLucia wow! Siento que tenemos TANTAS cosas en común, al leerte me fue inevitable que las lagrimas salieran. Varios sentimientos encontrados, entre ellos Felicidad, ¡mucha!, porque es eso lo que transmites en la manera tan sincera que te expresas, tambien porque… pues esa felicidad tuya, tambien es la mía. AMO la literatura, la escritura, la comunicación, la libre expresión y me enamora aún mas el como te expresas, el como unes esas palabras que muchas veces intente unir… y es ahi
Querida #Andy CHÓCALAS! TE sentí en el mismo canal ajajaja que padre que te guste todo eso y vamos por todas las canicas.
Lucía.